La prenda perfecta

Al mirarse al espejo, Vestidy no se encontraba contenta con el simple jean que envolvía sus piernas y la camisa blanca que tantas miradas había atraído en su camino a casa. Eso sin mencionar la cantidad de palabras patriarcalmente pronunciadas que venían justo de ahí abajo y llegaban intempestivamente a sus oídos, cargadas de promesas lujuriosas imposibles de cumplir:

- Adiós corazón de melón, te espero en la cama sin pantalón - le gritaron a coro unos hombres que cómodamente estaban invadiendo el espacio público.

Vestidy tuvo que sacar la sombrilla que siempre cargaba con ella para hacer frente a la cantidad inaudita de saliva que acompañaba la pronunciación de esas palabras. Las cuales eran escupidas ante la visión de cualquier mujer que estuviera sola, claro está, sin importar la zona pública en la que hiciera su aparición. Vestidy estaba cansada de que la mitad de su bolso fuesen armas en contra de comentarios que podrían llegar a más: gas pimienta, un botón de emergencia por si se sentía en peligro, su infaltable sombrilla y una navaja en forma de labial.

- Como me gustaría ser tu secador de pelo... para que todos los días me agarres del mango - alcanzó a percibir esas palabras mientras agachaba la cabeza y apresuraba el paso hasta la casa de su confeccionista.

Vestidy decidió pedirle que le ayudará a cambiar su guardarropas a uno que satisficiera las necesidades de los dos bandos: que no despertará el deseo y la creatividad de sus admiradores callejeros y que la ayudarán a vivir en paz, sin miedo a dar el siguiente paso. A unos pasos de su destino, soñaba con la prenda perfecta, que la hiciera sentir segura sea donde fuera, en cualquier momento del día; hasta que escuchó:

- Mamacita, estas como cajita de Corn Flakes, solo te falta el banano y la leche - pronto esto iba a acabar, estaba segura.

Después de la visita a su confeccionista, en la que lograron llegar a un acuerdo respecto a su solicitud, Vestidy era capaz de caminar  por las calles sintiéndose libre, poco provocadora y sexy, sin razón alguna para que sus oídos tuviesen que volver a escuchar comentarios como con esas nalgas, dedícame un pedo. Aunque claro, no se necesitaba una razón para ser un idiota y decir entre carcajadas:

- En el salpicón de mi vida, tu papaya es mi fruta preferida - Tenía que volver a visitar a su confeccionista y encontrar la prenda perfecta.

Sin embargo, su confeccionista se quedó esperándola por horas, y Vestidy nunca llegó. Nadie sabía de su paradero. El botón de emergencia no había dado su alarma de peligro y todos estaban a la incertidumbre de si el gas pimienta era suficiente para su protección. Hasta que al otro día la siguiente nota inundó los medios de comunicación:

Ayer, 23 de Noviembre del año 2020, fue encontrada una mujer muerta a las afueras de la ciudad. Llamó la atención el vestido rasgado que se encontraba junto a ella, muy parecido a un burka; no se halló rastro de ninguna otra prenda. Al levantarlo, cayó una nota que decía: 

- Quien fuera zapatero para clavarte la puntilla. Disfruta la otra vida, puta.
Creo que este ha sido el texto más difícil de escribir para mi. Ya no solo por el lenguaje y las palabras que utilicé, si no por toda la realidad explicita de la que nos habla el texto. Me dolió escribirlo, pero me duele aún más que no sea algo que se quede en la ficción.

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